04 noviembre 2005


Impresiones de mi segundo envío a la Misión diocesana.

Querido Manuel: (…) Marchas por segunda vez a prestar un servicio en la misión diocesana de Caicara del Orinoco y te despedimos en vísperas de la fiesta del Domund, que este año tiene como lema “El Señor te necesita”. Estas hermosas palabras, que se cumplen hoy en ti, constituyen el motivo de tu decisión sacerdotal. Te ruego que las veas también y las conserves en tu alma como la fuente de tu fortaleza y tu entrega en los momentos difíciles y alegres, que de todo hay en las misiones. “El Señor te necesita”. En mi condición de Obispo y hermano en el sacerdocio, seguiré rezando por ti y estando a tu lado, (…) ¡Que el Señor te siga protegiendo y te conserve ese espíritu de servicio tan generoso y humilde que siempre he visto en ti! Me encomiendo también a tus oraciones. Un abrazo fraternal de tu Obispo y hermano. Fdo: ┼ Antonio Dorado Soto Obispo de Málaga”.

Con estas palabras, que agradezco grandemente, entresacadas del envío que recibí de nuestro Obispo, os comunico mis primeras impresiones al llegar a Venezuela.

Ya estoy incorporado en Caicara del Orinoco después de casi cuatro meses de paciente espera, y como no terminaba de solucionarse el Visado de mi pasaporte, decidimos viajar para Venezuela a finales de enero, concretamente el lunes 31. Después de despedirme de Don Antonio en una audiencia personal, y de un gran numero de sacerdotes aprovechando el encuentro sacerdotal del día del Seminario, todo estaba listo para el viaje. La despedida de mis padres fue la más difícil para mí.

Mi equipaje dos maletas, con libros, ropa la imprescindible, medicinas que me habían encargado, en total unos 75 Kg., una mochila y una cartera de piel que me regaló nuestro obispo don Antonio con algunos libros de regalo para los otros compañeros.

Llegué a Venezuela el 31 a las17, 30 h. En Madrid, en el aeropuerto me uní con dos jóvenes malagueños del MAC que iban a pasar un par de meses a Ciudad Bolívar. Al salir estábamos en Barajas a -3º C, y en el aeropuerto de Maiquetía al llegar estábamos a 31º, la diferencia es grande, es lo que al principio cuesta más acostumbrarse.

Nos hospedamos en un hotel cerca del aeropuerto en Macuto, La Guaira; por cierto tuvimos suerte porque de llegar una semana más tarde, lo hubiéramos pasado mal con las recientes inundaciones, que han azotado el norte venezolano.

Al día siguiente subimos a Caracas Manolo Lozano y yo, para comprar libros de catequesis, aproveché para comprar una Biblia latinoamericana, y el Cirio Pascual, y cambiar algunos euros. Caracas como siempre, inmensa y vitalista, con el bullicio de gente por todas partes buscándose la vida; El miércoles día dos, partimos hacia Ciudad Bolívar, por la franja costera hacia el oriente, en la carretera el viaje, se me hace largo y pesado sobre todo por el calor, nos iremos acostumbrando, el brazo que llevaba fuera por la ventanilla, lo tengo que meter y proteger del sol, quema demasiado para una piel tan blanca del invierno español. Al llegar a Barcelona, bajamos en dirección sur atravesando el estado Anzoátegui hasta llegar al Orinoco, que atravesamos por el puente Angostura para llegar a Ciudad Bolívar, capital del estado Bolívar. En Ciudad Bolívar dejamos a los dos jóvenes con Juan, en su casa, en un barrio cerca de la carretera de circunvalación, “perimetral” que le llaman por aquí, después de tomar un buen vaso de agua bien fresca, nos fuimos al Arzobispado para saludar y presentarme al Arzobispo Don Medardo Luís, que nos acogió como siempre con gran afecto. Cenamos con él y su hermana Ana. Aquella noche después de una larga y amena conversación en la terraza y con una agradable brisa dormimos en el arzobispado.

Por fin el jueves día 3, partimos para Caicara del Orinoco, después de hacer en la mañana algunas diligencias por la ciudad; llegamos a eso de las cinco de la tarde, y después de bajar el equipaje, y darnos una buena ducha, nos fuimos al templo de Nuestra Señora de la Luz dónde concelebramos la Misa. La gente de la parroquia lo tenían todo ya bien preparado, con un cartel de Bienvenida en el presbiterio, me recordó la Misa con que me despidieron de Caicara en mi primera venida. Mucha de la gente ya me conocía. Al finalizar, cómo no, un sabroso ágape, con jugos de frutas, dulces y sobre todo el cariño de la gente.

Lo que más impresiona agradablemente, es ver una sociedad llena de vitalidad, la iglesia con gente de todas las edades. El otro día fui a una casa de Caicara a celebrar el responso por la muerte de una madre, a los 52 años por infarto, el féretro estaba en la habitación de entrada, cuando invité a la oración en seguida estuve rodeado por el marido, y un montón de gente, pequeños y grandes, una pequeñita de de unos nueve años, se empinaba y con las manos en apoyadas en el ataúd, miraba por el cristal a su mamá muerta. No lloraba, solo la miraba, le pregunté si era la nieta, y me dijo su padre que era la última de sus hijos. Ahora la hermana mayor, que estaba a su lado, ya una mujer, será su madre, y la vida continúa por el empuje de la juventud. Mueren muchos niños, por falta de medios pero más nacen. Una sociedad joven y con empuje, que sabe respetar a sus mayores es una sociedad con esperanza de futuro.

Ya os contaré más cosas en otra ocasión.

Un abrazo de Manolo Arteaga Serrano desde Caicara del Orinoco.

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