18 noviembre 2005

ANÉCDOTAS DE UN FIN DE SEMANA


Voy a contar lo vivido este fin de semana en la zona de Pijiguaos-La Urbana desde que salí de Caicara del Orinoco, con la intención de dar conocer lo que hace un sacerdote misionero en esta extensa zona de la Misión Diocesana, además de contar algunas anécdotas que le dan vida y color a la tarea misionera.
Viernes, 11 de Noviembre

Salgo de Caicara a las 6,30 de la mañana. Me acompaña Mariela, Dtra. De Pastoral Social de la Arquidiócesis, quien va a supervisar los cursos de Invecapi que se están impartiendo en Morichalito, concretamente: un curso de Carpintería Básica y otro de Creación de Empresas Comunitarias Agrícolas.

Es necesario salir a esta hora porque a las 10,30 me esperan en la Escuela pública de la Comunidad de Capachal, a unos 235 km. Hoy me corresponde visitar a los alumnos que reciben catequesis de Iniciación Cristiana, a las maestras y celebrar la Misa que una vez al mes tenemos en esta escuela para la comunidad católica; y una vez finalizada partir de regreso y visitar la comunidad del Potrero en esa misma vía. La otra razón de nuestra pronta salida era la necesidad de llegar antes y lo más temprano a Morichalito, distante 187 km, para que Mariela tuviese el tiempo suficiente de supervisar los cursos y regresar a Caicara por la tarde, y así cumplir sus compromisos con los vecinos de algunos barrios que lo esperaban para una reunión. Ella tenía previsto ir a Morichalito el día anterior, pero debido a una grave avería del carrito por-puesto, el vehículo de trasporte que la trasladaba, llegó por la noche a Caicara.

Nada más salir de la casa parroquial, aún dentro del casco urbano de Caicara, nuestro vehículo toyota empezó a echar humo por el cuadro delantero. Fuimos a buscara Darío a su casa, un mecánico eléctrico; después de un buen rato dio con la avería y la arregló, se trataba de un corto que afectó fusibles del cuadro eléctrico. Una vez solucionado este problema fuimos a repostar gasolina, allí nos dimos cuenta que la tapa del tanque de gasolina no abría, se había dañado y no había manera de abrirla sin el peligro de romper la llave, la misma del contacto. Decidimos buscar ayuda a alguien que pudiera arreglarlo, pero todo fue infructuoso y no llegamos a arreglarlo del todo, al menos la dejamos libre y pudimos llenar el tanque de gasolina, (por cierto bastante barata: Más de 30 litros por tan sólo 3.000 bolívares, es decir un euro aprox.; menos mal, porque con la cantidad de kilómetros que hacemos, sería imposible llegar a tantos sitios si la gasolina fuera más cara). En ese momento ya llevábamos dos horas de retraso, llegando a Morichalito aprox. a las 11,00 de la mañana. Descarté la posibilidad de ir a Capachal, distante 50 km. desde allí, por carretera de tierra; esta comunidad tendrá que esperar otro mes para poder participar en la Eucaristía.

Ya en Morichalito nos dirigimos en seguida a Fe y Alegría “Carmen Sallés”, escuela multiétnica, para que Mariela contactara con las Hermanas Concepcionistas y Yamilet, directora de esta unidad educativa, responsables ejecutivas de estos cursos. Después de revisar todo lo concerniente al desarrollo de los cursos, y dejar las planillas para la evaluación final, acompañamos a Mariela hasta los centros donde se imparten estos talleres, conoció las instalaciones y habló con los instructores y les adelantó parte de su asignación. Con los alumnos no pudo estar, debido a que los talleres se dictan en hora de la tarde y ella debía partir para completar su programa en Caicara.

Después de esta tarea almorzamos en la casa parroquial, comiendo un sabroso sancocho de res que nos brindaron en Fe y Alegría. Sobre las dos de la tarde llevé a Mariela a la bomba de gasolina (gasolinera), 7 km. aprox. de Morichalito, para que tomara el autobús que la llevaría de nuevo a Caicara. Aproveché ese momento para entrar en un ciber que han inaugurado hace unos días, el primero en la zona, y me pude conectar con Internet, tenía la necesidad de bajar varios temas que utilizaría en la catequesis durante ese fin de semana. A continuación proseguí el viaje hasta El Potrero a 39 km. por el camino de tierra, paralelo a la vía férrea por donde se traslada el material de bauxita desde la Mina hasta el puerto de El Jobal, en el Orinoco. Cuando llegué me dirigí hasta la Escuela, pero no pude hacer nada, estaba cerrada, ese día no hubo clase, muy frecuente los días viernes en las zonas rurales; los maestros tenían reunión de zona en otra comunidad. Entonces, me dirigí a la casa e la Sra. Eladia, el lugar donde hemos parados todos los sacerdotes que hemos atendido la zona, también lugar donde hasta ahora hemos convocado a la comunidad para celebrar la Eucaristía, debajo de los mangos. Cuando llegué, lo primero que hicieron fue ofrecerme un cafesito, que tomé gustoso y agradecido e hizo que me espabilara un poco. Conversé un buen rato con la Sra. Eladia y su familia, revisé como iban los trabajos de la capilla que se está construyendo junto a su casa. Llamé al presidente de la comunidad, representante civil del pueblo, para animarle a él y a través de él a todos, para que le dieran el último empujoncito a la obra. Les propuse además la fecha del día 8 de Diciembre para su inauguración, con la presencia del Sr. Arzobispo, todos aceptaron gustoso. Ellos, se comprometieron terminar la obra en ese lapso de tiempo, -solo queda echar el piso del presbiterio y pintarla- también a buscar varios troncos decorativos para colocar el sagrario, la imagen de la Virgen de Monserrat y los floreros. Yo, me comprometí a adquirir un Sagrario de madera, que me va hacer David, un indígena piaroa, muy buen artesano. También, me comprometí a llevarles 15 bancos sencillos de madera, que están construyendo en el Curso de Carpintería; también lo están haciendo para la capilla de Villacoa y del Palomo. Ya conseguimos el altar, compuesto por dos troncos de madera, fue una donación del Centro Pastoral Espíritu Santo de Caicara, que lo habían utilizado en su antigua capilla. La imagen del crucificado también la tenemos, es obra de los indígenas Jivis de Coromoto que se dedican a la artesanía, en el Estado Amazonas. También acordamos realizar dos semanas antes de la inauguración, una jornada de evangelización casa por casa, donde participarán evangelizadores de Caicara y de Morichalito. Se quedaron muy contentos y animosos porque pronto si Dios quiere, van a estrenar su Iglesia, hecha con materiales muy sencillos, pero para ellos es el templo más hermoso del mundo. También están alegres de que les acompañe el Arzobispo.

Después del Potrero regresé a Morichalito y llegué sobre las 6,00 de la tarde. Abrí la Iglesia, estando un rato orando, meditando y preparando la oración comunitaria que tenemos todos los viernes a partir de las 7,00 de la noche. A esta oración participan una quincena de personas, entre catequistas, evangelizadores y otros voluntarios. Ese día, hicimos la oración fuera, a la puerta de la Iglesia, ya que dentro hacía mucho calor. Reflexionamos sobre el misterio del sufrimiento, de la muerte, de las realidades últimas y del más allá. Contamos la historieta del Rey que tuvo cuatro esposas, descubriendo que en realidad todos tenemos cuatro esposas en la vida; a tres de ellas las queremos más que nada, pero al final nos abandonarán, como hicieron tres de las esposas del rey. Estas esposas son: El Cuerpo, Los Bienes, Las Amistades. La otra esposa, a quien apenas atendemos y hasta despreciamos, es la que más nos ama y nos acompañará más allá de la muerte: Se trata del Alma. Hemos de reconciliarnos con ella, antes de que sea demasiado tarde. Tengo que reconocer que esta historia que me pasó una amiga, impactó muchísimo durante aquella oración.

Una vez terminada la oración y de despedir a la gente, cerré el portón, me preparé la cena, después de cenar me senté a la puerta de la casa para tomar lo que podríamos llamar de alguna manera “fresco”, luego me acosté. Suelo escuchar la radio en mi habitación -no hay televisión en la casa de Morichalito, ni hace falta-, suelo escuchar noticias nacionales e internacionales: Radio Nacional de España, un programa muy bueno sobre cooperativismo, también suelo oír Radio Martí, Radio La Habana, Radio América y Radio Católica Mundial; y la verdad, es que paso una noche muy amena y después del trajín, normalmente duermo maravillosamente.

Sábado, 12 de Noviembre

Me paré a las 7,00 a.m. Después de ducharme y asearme, fui un rato a la capilla. Estuve esperando al albañil que me está haciendo un close para la sacristía, pero al final no llegó por problemas de salud de un hijo suyo. Me fui a la bomba de gasolina para repostar y asegurarme el viaje de vuelta del día siguiente: Morichalito-La Urbana- Caicara, aprox. unos 325 km. También aproveché para desayunar con unas ricas empanadas que preparan aquí de maravilla. Pasé otra vez por el ciber para abrir mi correo electrónico y tuve la suerte de chatear con amistades, como me ocurrió el día anterior. También eso ayuda a sentirse acompañado y a no tener la sensación de aislamiento.

Regresé en seguida a la casa parroquial para atender el despacho, pasar algunas partidas, preparar algún tema y hablar con algunas familias que querían bautizar a sus hijos.

Cuando llegó la hora del almuerzo, aquí las 12,00m, calenté la comida y me comí el resto del sancocho del día anterior, esto no lo hice por ascetismo, ni mucho menos, es que el sancocho estaba estupendo y lo había guardado en la nevera.

A las 3,30 de la tarde abrí de nuevo la Iglesia para que un grupo de jóvenes la limpiara, le tocó este sábado al grupo de perseverancia de José Yavinape, un indígena de la etnia curripaco, que es catequista y evangelizador.

A las 4,30 p.m. empezaron a llegar los niños y jóvenes para recibir la catequesis en las dependencias de la Iglesia, en la guardería, en la casa parroquial y en el patio del complejo parroquial. Sobre las 5,30 p.m. una vez terminado el grupo, tienen un tiempo libre para jugar y ralizar actividades al aire libre. A las 6,30 se reúnen todos los grupos en asamblea para dar avisos, impartir las tareas y comisiones para la próxima semana, además de cantar o representar alguna obra. A las 7,00 de la noche se celebra la Santa Misa, donde se invita a participar a todos los catequizandos junto con los demás miembros adultos de la comunidad. Cada semana a un grupo de la catequesis le corresponde el servicio de la Palabra y el servicio del Altar.

Cuando acabó la Misa, me esperó una pareja, acompañados por su hija, pronto se casarán por la Iglesia en el Estado Sucre. Recibieron el Sacramento de la Penitencia en ese momento; ella, la próxima semana recibirá el Sacramento de la Confirmación en nuestra parroquia.

Al final del día, lo habitual en Morichalito: Cena, tomar el fresco en la puerta , “buenas noches Padre Dios”, radio y sueño.

Domingo , 13 de Noviembre “día D”:

A las siete de la mañana me dirigí a la emisora local “Radio Guacamaya”, desde donde todos los domingos, por espacio de al menos una hora, la parroquia Virgen del Valle de Morichalito, transmite su programa religioso “Buena Noticia”, dirigido actualmente por el catequista Alexis Abad, en colaboración con Freilis, otra catequista, ambos evangelizadores. Yo participo con cierta frecuencia, con temas de fundamentación bíblica sobre nuestra fe católica, ya que se hace muy necesario por aquí hacer una sana apología ante el ataque constante, sistemático y compulsivo que hacen numerosas sectas cristianas en contra de la Iglesia Católica, sus representantes y su doctrina, originando confusión y engaño en muchos fieles, que de manera muy ingenua son arrastrados por estas corrientes, como consecuencia de su escasa formación en unos casos, y en otros, por su inmadurez espiritual y poco arraigo de su fe-católica.

Este domingo tratamos el tema de los difuntos, de las realidades escatológicas y de la conveniencia de orar por ellos, de la comunión de los santos… También de los peligros de una relación equivocada con ellos, como lo es el espiritismo y toda clase de brujerías. Hicimos referencia a la Venida del Señor, al final de los tiempos y al lenguaje apocalíptico utilizado en los evangelios para hablar de estas realidades, ya que es muy importante contrarrestar, aclarar dudas y despejar malentendidos sobre esta materia, pués mucha gente anda un poco sobresaltada, influenciados por la predicación radicalista de hermanos separados con ciertos tintes milinaristas.

Al salir e la radio, me dirigí con David y Elisban, dos miembros del ministerio de música, hacia la Iglesia del campamento de Bauxilúm, pero antes como hacemos siempre los domingos, paramos donde la Sra. Rosa para desayunar con empanadas, café y refresco. Proseguimos nuestra ruta llegando a la hermosa Iglesia de la Inmaculada dentro del campamento; me puse a confesar, hasta que llegó la hora de la Misa que siempre tenemos a las 8,30 de la mañana.

Una vez terminada la Misa, me dirigí a La Urbana con varios pasajeros, entre ellos, mi vecina, la Sra. Mirtha, su hija y su nieto, quienes aprovecharon “el aventón”, “la cola”, para dirigirse a ese su pueblo de origen, ante la imposibilidad de hacerlo en el escaso transporte público, que por cierto no trabajan los domingos. No sabían ellos, lo que les esperaba a la vuelta…

Para llegar a La Urbana hay que hacer unos 60 km. de carretera más o menos normal, de asfalto, aunque con bastantes huecos, hasta llegar a Maniapure, pasqando por Pijiguaos, Las Guabinas, Colorado y Bizcochuelo. Desde allí en adelante se desvía uno a la izquierda para tomar el camino de tierra “infernal”, otros 60 km. pasando los puentes sobre los rios Tortuga y Pavón. Llegamos a las 11,15 de la mañana, después de pasar 20 minutos antes por Morichal Viejo, para recoger a la Sra. Eugenia, con más de 80 años, que siempre viene a Misa. Al llegar a La Urbana, tocaron el último campanazo, y a las 11,30 aprox. comenzó la Eucaristía.

Al terminar la Misa, me quedé solo en la casa parroquial. Es entonces como es habitual, que empiezan a llegar personas para solicitar un puesto en el carro para cuando me regrese a Caicara, 190 km. aprox., algunos se dirigen a Caicara, otros a Maniapure, otros a Morichalito y a Puerto Ayacucho. Edo. Amazonas. Cuando ya había completado el número de pasajeros: hasta diez, con bultos incluidos, me llegó la comida, que con mucha gentileza, casi siempre prepara la Sra. Norma, que es quien atiende la casa parroquial, también es catequistas, así como varias de sus nietas. Este día me tocó comer espaguetis con yuca y topocho (una clase de plátanos), solo tuve que comprar salsa de tomate para que entrara mejor, acompañado de un refresco de naranja. Suelo comer afuera de la casa parroquial, ya que en La Urbana, a esa hora, siempre hace mucho calor, por eso me pongo debajo del “mamón” (árbol bastante frondoso que da mucha sombra), allí descanso un poco y espero hasta las tres de la tarde, hora en que empieza la catequesis de niños y jóvenes ; yo mismo doy un grupo para jóvenes que ya están confirmados ó para mayores de 18 años.

Una vez terminada la catequesis, sobre las cuatro de la tarde, salgo de regreso para Caicara; en la puerta me esperan las diez personas que me acompañan en el viaje: seis mujeres, dos niños, un hombre criollo que al día siguiente partía para Cuba a operarse de cataratas (acogiéndose al acuerdo de cooperación entre Chavez y Fidel Castro), y un indígena de la etnia eñepá, de la comunidad de Colorado, que había ido a la urbana a vender su artesanía. Salimos todos muy contentos, sobre todo el indígena, que parece que valoraba el que hubiese un sitio también para él. Otros se quedaron en tierra, porque no había sitio para más, llevábamos bastantes bultos.

Pronto comenzaron las dificultades. A unos 12km. aprox., después de pasar “El Bajo”,

-una zona que queda todos los años inundada ante las crecidas del río Orinoco-, escuché un ruido en la rueda izquierda de atrás, percatándome por el espejo retrovisor que esa rueda estaba bailando, me paré en seco e hice bajar rápidamente a todos del carro. Nos percatamos entonces que si rodamos unos metros más, la rueda se hubiera salido, puesto que perdimos todos los espárragos y las turcas que lo sostienen, quedando el rin inservible. ¡Nos libramos de una buena!. Nos quedaba otro caucho de repuesto en buenas condiciones, pero no teníamos espárragos ni tuercas, las que encontramos por el camino estaban dañadas totalmente. No había más remedio que avisar a algún mecánico, de los pocos que hay en el pueblo. Sólo teníamos un celular (móvil) entre todos, pero en ese lugar no había cobertura. Este camino es bastante aislado y pasan muy pocos vehículos, por eso no hubo manera de solicitar una ayuda inmediata; tuvimos que esperar hasta que pasara algún vehículo para auxiliarnos. Al rato pasaron dos motos, proveniente de algún fundo de alrededor y le pedimos el favor de que avisaran a algún mecánico en el pueblo. Después de un buen rato llegó el mecánico, aprox. a las 6,00 de la tarde. Cuando vio el carro, manifestó que en el pueblo no venden esos tipos de espárragos ni tuercas; tampoco hay gruas para remolcarlo hasta allá, pero nos animó a no desesperarnos, pues con ayuda de ayudantes él podría arreglarlo. Ya a las 6,30 p.m. se hace de noche; poco a poco a poco van apareciendo algunos carros que regresan al pueblo después de pasar el domingo en algún fundo o río cercano. Todos ellos se paraban y bajaban para brindarnos ayuda de forma desinteresada, sin ninguna prisa (aquí hay un refrán que dice: “el apure mata”. Nos ofrecían agua, jugos ó alguna fruta, para que se nos hiciera menos penosa la situación, hasta que pudiéramos salir de ahí. Los poquitos carros que pasaban por allí, todos ellos, se paraban e iban dejando: unos, algún espárrago que tenía de sobra; otros, alguna tuerca, aunque la tuvieron que quitar de sus propias ruedas para ofrecérnosla, diciendo: “con una o dos tuercas menos en nuestro carro, también vamos p´lante”. Estos gestos de generosidad, de desprendimiento, llegan al alma, haciéndonos valorar mucho más el espíritu y la grandeza del ser humano, y darle gracias a Dios por la hospitalidad y generosidad de este pueblo.

Durante ese intervalo de tiempo, salió un solo carro de la Urbana que se dirigía a Morichalito, y lo aprovechamos para que al menos se llevaran al hombre que acompañado de su hija se dirigía a Cuba, quien tenía que partir a las cinco de la mañana desde el Campamento de Bauxilúm.

A las 9,15 aprox. de la noche el mecánico terminó su trabajo, quien contó con la ayuda de un grupo bien nutrido de personas, muchos de ellos, estuvieron con nosotros durante todo el tiempo, unas cinco horas, sin pedir ningún tipo de recompensa, solo por el deseo de ayudarnos.

Antes de continuar nuestro camino, el mecánico nos advirtió que de vez en cuando, apretara de nuevo las tuercas, ya que los espárragos no eran los suyos, solo eran provisionales, pero que no había problemas de llegar a Caicara con precaución. Partimos de nuevo rumbo a Maniapure y Caicara, ¡claro!, mucho más despacio de lo habitual. Al llegar al puente del río Pavón, me bajé para apretar otra vez las tuercas y me di cuenta de que dos estaban bastante flojas, corridas, y no apretaban bien; pero decidí seguir adelante, porque las otras tres restantes estaban fijas y bien firmes, aunque había que tener precaución. Seguimos adelante, y como a 17 km., muy cerquita del puente del río Tortuga (un río famoso, por cierto, nombrado en el libro de Julio Berne “El Soberbio Orinoco”), escuché un ruido muy feo en la transmisión trasera; más tarde supimos que se echaron a perder el piñón y la corona de la transmisión. Esta avería era aún más grave que la anterior. No hubo más remedio que quedarnos allí hasta que alguien nos auxiliara o mandara pedir ayuda. Estábamos a 23 km. de la carretera general Caicara-Amazonas, en medio del campo, entre una sabana inundada de agua (este año ha llovido bastante), una lagunita y un cerro muy frondoso, donde existen seguramente toda clase de animales. Nos percatamos que nadie pasaba por ningún lado, cada vez era mayor nuestro convencimiento de que tendría que pasar algunas horas para alguien pasara por allá, debido a que se desató un fuerte aguacero, que se convirtió en una gran tormenta que duró aprox. hasta las cuatro de la mañana. Las fuertes lluvias que caían de forma torrencial, los relámpagos, rayos y truenos, se empeñaron en no dejarnos dormir. Pero, lo peor de todo: los mosquitos ¡Un plaguero! No se de donde salieron tantos; esos sí que no nos dejaron dormir ni pegar ojo en toda la noche, a pesar de nuestro cansancio ( Creo que el adviento se nos adelantó: pasamos la noche en vela y esperábamos a un salvador). Mi mayor preocupación era la de saber que me estaban esperando y no había podido contactar con mis compañeros sacerdotes, que todos los domingos me esperan sobre las siete u ocho de la noche. De todas maneras, seguíamos intentando llamar por teléfono con el único celular disponible que teníamos, pero nada, tampoco había cobertura en este lugar, y de tanto llamar y llamar, de enviar mensajes de manera infructuosa, la batería se terminó.

Ya resignado a pasar toda la noche, procuramos pasarla lo menos penosa posible. Empezamos a contar chistes, encendimos la radio del carro y escuchamos música, por cierto muy bonitas: baladas, salsa, cumbia, joropos, pasajes, calipsos, ballenatos, etc…

Así fue pasando la noche, comidos todos por los mosquitos, hasta el indígena, que por llevar solo guayuco (sin pantalones) le picaron más; también empapados en sudor por el calor, ya que para evitar mayores picaduras teníamos que mantener el carro cerrado, y éste no tiene aire acondicionado. Pero… ¡aguantamos!.

A nadie se le ocurrió salir, ni siquiera a orinar. En verdad, nadie tenía ganas, ¿sería por el sudor...? , ¿por el temor a animales? ¿Por temor a la plaga? . Pues ¡Qué se yo!... pero, nadie salió hasta que empezó a amanecer.

A las 5,30 de la mañana pasó el primer vehículo que vimos desde las 9,30 de la noche anterior. Salía para Morichalito, procedente de La Urbana, se fueron en él algunas personas que se dirigían allí y otros al territorio Amazonas. Le dimos el teléfono de la casa parroquial de Caicara y algunos más, dándoles el encargo de llamar para que enviaran alguna grua o mecánico.

Sobre las seis, pasó otro vehículo que se dirigía a Caicara. En él se fueron el resto de las personas, dándoles el mismo encargo. Yo pensaba que me quedaba solo con el indígena, cuando me percato que se encarama como un mono en el cajón del camión y se fue encima de unos bidones de gasolina. Entonces, escucho la voz de la Sra. Mirtha, quien me dijo que no me dejaría solo. ¡menos mal! De todas formas yo le dije que no había problema, que lo único que tenía que hacer era esperar. (La Sa. Mirtha es la vecina de la casa parroquial de Morichalito, evangelizadora, y la Sra. que limpia la casa parroquial una vez a la semana ).

Pasó el tiempo, y espera que te espera, hasta que a las 12,00 del día llegó procedente de Caicara una grúa enviada por mis compañeros. Llegué a las tres de la tarde, “comío de mierda…” y con un hambre que me comía hasta las piedras.

Hoy viernes, 18 de noviembre, estoy a punto de salir de nuevo para la zona, con el vehículo ya arreglado (hemos tenido que traer las piezas de Caracas), nos ha costado más de 2 millones de bolívares (el sueldo básico de 5 meses aprox. de un venezolano). Espero que esta vez todo vaya bien y los ángeles no tarden tanto.

Un abrazo, Manolo.

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