10 marzo 2012

Mi verano del 2010



Queridos amigos:

En Julio de este año va a hacer casi 2 años desde que partí junto a dos amigas rumbo a Venezuela y, sin duda, ha sido una de las experiencias más bonitas que de momento he tenido en mi vida. Permanece en mi corazón y nunca la olvidaré.
Este texto es algo prometido, algo que lleva esperando una de las personas más carismáticas, comprometidas y sensibles que conocí en Caicara del Orinoco, el padre Manolo. Primero es una disculpa dirigida a él, por no hacérselo llegar antes pero sobretodo quiero reflejar lo que para mi significó ese viaje, ese lugar y las personas que allí conocí.

Mi queridísimo padre Juande, ese primer abrazo de bienvenida fue un lazo de protección inicial que nunca nos abandonaría y que con lágrimas en los ojos dejaríamos atrás cinco semanas después. Juande, como él nos decía que le llamásemos, es alguien especial. Me gusta llamarle padre porque me hizo sentir que lo era, que era esa figura fuerte que al nacer se convierte en uno de los pilares de tu vida y que sabes que si te apoyas en él nunca caerás. Un hombre que rebosa actividad, cuyos pensamientos se adelantan a todo el mundo y cuya fuerza interior y humanidad derriban muros tan gruesos que no hay nada ni nadie que lo pare. Gracias a él entendimos lo difícil que puede llegar a ser el día a día en un pequeño pueblo de Venezuela.

Desde nuestra llegada a ese maravilloso lugar hasta nuestra despedida no cesaron de brindarnos elogios y muestras de cariño; nos lo dieron todo, hasta lo poquito que tenían y sus besos y abrazos fueron lingotes de oro para nosotras en esa situación, a kilómetros de nuestras casas. Nunca me he sentido tan valorada profesionalmente como allí y he aprendido a valorar a aquellas personas que luchan por los demás sin esperar nada a cambio, únicamente seriedad y respeto. Si algún día cambio el rumbo de mi vida y termino allí, le pediré a la Dra. Belkys que me haga un huequecito a su lado porque es un placer y un orgullo aprender de alguien tan increíble como ella y tan bien acompañada por su fiel y alegre marido.

Santa Rosalía fue nuestro pueblo. Su gente, sus pequeñas calles, su escuela, su música y, por supuesto, su iglesia fue nuestro refugio. De ahí partimos a distintos lugares, a distintas aldeas, pero volver siempre a aquella casita significaba volver al hogar venezolano. Allí nos esperaban tres soles: Petra, Nena y María Guape. Ellas se encargaron de cuidarnos. Durante un mes se convirtieron en nuestras madres y cuidaron de nosotras como si fuéramos de su familia. Algún día volveré a visitarlas y espero que sigan con sus sonrisas, ya que iluminaban cada día nuestro caminar.
No puedo dejar de recordar a un grupo de chavales que no se separó de nosotras, que se convirtieron en nuestros hermanos y que derramamos lágrimas juntos a la hora de partir. Cada uno lleva su camino, y aunque sé que algún tronco se ha cruzado por el camino, confío que ellos podrán saltarlo para hacerse hombres orgullosos de sus destinos.


Todo en ese viaje fue especial. Sus paisajes, olores, colores, sabores y peculiaridades dejaron huella en mi historia personal. Camino de Sueños es un maravilloso lugar por el que personas increíbles luchan cada día para mejorar la calidad de vida de unos niños peculiares que necesitan de un amor especial.

Gracias por haberos hecho un hueco en mi corazón. Nunca os olvidaré.

Málaga 7 de Marzo 2012

Con cariño, Raquelilla
(Raquel Bernal Valero. Universidad de Málaga "UMA". Facultad de Psicología, España)

1 comentario:

Raquelilla dijo...

Gracias Manolo, y siento el retraso. nunca os olvido y espero que les haya gustado.Ánimo y a seguir tan bien como lo hacéis.
besos